Balardia, palacio real
Estirando su rostro con las manos, Kemp hacía muecas que arrancaban tiernas carcajadas al príncipe Lud.
—¿Quién es el niño más adorable del reino? ¿Quién es? ¿Eres tú, Lud? ¡Sí, eres tú!
En una mesa cerca de la ventana, Eris revisaba unos documentos en compañía de Nov. De vez en cuando, miraba hacia el niño y sonreía. Oír sus risas, luego de tanto llanto, le alegraba el alma. Por fin había llegado la primavera a sus vidas.
—Las propuestas de este gobernador me parecen muy sensatas; me gustaría hablar con él —comentó Eris.
—Arreglaré una reunión para la próxima semana —informó Nov, tomando nota diligentemente.
—También deseo conocer el impacto de incorporar prisioneros como fuerza de trabajo en los campos de cultivo. ¿No hemos recibido informes al respecto?
Kemp lanzó una mirada furtiva a Nov, quien parecía sumido en sus pensamientos.
—No, no hemos recibido nada —respondió finalmente.
—Es esencial que se elabore un informe; será crucial para respaldar esa