VII Emblemas

—La última vez que lo vi, él era apenas un cachorro y yo también, ya casi no lo recuerdo —murmuró con nostalgia Gunt, quien le seguía en edad a Akal.

—Pues verán, queridos sobrinos, esto es muy difícil de contar —siguió diciendo Dom—. Efectivamente Akal regresó y lo recibí con la misma alegría que a ustedes, pero terminó apuñalándome por la espalda —hizo una pausa, con una mirada herida en sus ojos—. Él traicionó a su tío. ¡A su tío! A quien se ha hecho cargo de liderar esta manada en su ausencia y la ha vuelto más próspera de lo que nunca había sido.

—Vaya sacrificio —masculló Kaím, mirando a su alrededor el lujo con el que su tío vivía, mientras afuera la miseria carcomía a los campesinos.

—Pues sí, ha sido un sacrificio y lo he hecho por preservar el honor y la gloria de mi hermano. Asraón no es culpable de haber engendrado a tan lamentable hijo, vil y traidor —bebió de su copa y miró a sus sobrinos, que bebieron también.

Nuevamente Gunt fue el más maravillado por los sabores; Kaím
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