IV Heridas abiertas
—Mi padre fue un leal servidor del padre del rey Erok hasta el día de su muerte. Erok y yo crecimos juntos, con las diferencias obvias que nos otorgaba nuestro rol en el mundo, pero como hermanos. Mi deber era protegerlo y me convertí en su sombra. En cada paso que daba, tras cada puerta que cruzaba ahí estaba yo, incluso cuando mi presencia no era necesaria. Él quería que yo viera lo que no podía tener, aunque a veces compartía, ya sabe. A usted misma me la entregó varias veces, pero me negué a tocarla.

—Y te agradezco por eso —suspiró Eris, mirando las llamas crepitar roncamente en la chimenea mientras afuera, las últimas lluvias de la temporada sacudían la tierra.

—Creo que fue un error —reflexionó Nov, agitando la copa de vino que tenía en su mano—. De haberlo hecho, usted habría quedado encinta mucho antes; el rey no la habría forzado a estar con el Asko y no tendríamos este problema entre manos.

La reina se apoyó una mano en el vientre, donde su hijo dormía luego de habers
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