—¡Quiero que te largues de aquí ahora mismo! —su tono cambió bruscamente, lleno de desprecio—. Llama a Susan y dile que venga a verme de inmediato. Y después de eso, ve a recursos humanos, recoge tu finiquito y desaparece. ¡Necesito una secretaria, no una prostituta!
Anna se quedó como estatua de hielo, su cara enrojecida palideció en un instante, sin poder articular palabra.
—¿Qué esperas? ¿Necesitas que llame a seguridad para que te saquen? —preguntó él al ver que no se movía.
Ella empezó a temblar.
—No... no hace falta. Ya me voy...
Salió de la oficina de Paolo, temblando de miedo.
...
Susan llegó con ropa de viaje, y Paolo la confrontó con una expresión de pocos amigos.
—¿Pero qué clase de gente contratas?
Ella se quedó perpleja.
—Jefe, ¿qué pasó? Estaba a punto de subir al avión cuando Anna me llamó llorando para decirme que usted quería verme.
—Ah, con que la nueva se llama Anna. Pensé que su nombre era otro —dijo con un desdén evidente—. ¿Qué...? ¿A qué se refiere?
—No vuelvas