Paolo la miró con indiferencia.
—Habla.
La mano de Stella tembló al levantar el vaso de agua para tomar un sorbo.
—Antes que nada, quería darte las gracias por salvar a mi hermana... En serio, gracias...
—No es necesario. Habría hecho lo mismo por cualquiera.
Stella rio con amargura.
—Quién lo diría... La persona a la que más lastimé terminó salvando a mi hermana, y yo fui tan ingenua que me casé con el hijo de nuestro verdadero enemigo...
Paolo enarcó una ceja, sin entender a qué se refería, pero su tono se mantuvo distante.
—No le des más vueltas. Ya lo olvidé por completo.
Ella lo miró con infinita decepción.
—Paolo... ¿De verdad ya lo olvidaste? ¿Ya no queda nada de mí en tu corazón?
Él arrugó la frente y giró la cara para ver por la ventana, su expresión impasible mientras respondía con una sola palabra.
—No.
Stella sintió que le daban una puñalada en el corazón, y tragó con dificultad, con la voz entrecortada.
—¿En serio? Entonces, ¿por qué me ayudaste a rescatar a mi hermana? ¿