Al entrar, lo primero que vio fue un carrusel que giraba lentamente en el centro del salón al compás de la melodía de "Feliz Cumpleaños". Daba vueltas y más vueltas, y sobre cada uno de los caballitos de madera había un platillo exquisito.
En el centro, sobre el caballo más grande, descansaba un pastel enorme y bellamente decorado. Nunca había visto algo tan espectacular.
—Feliz cumpleaños.
Una extraña sonrisa se dibujó en los labios de Paolo mientras sus ojos seguían cargados de melancolía. Presionó un botón y el carrusel se detuvo justo frente a ella, con el pastel a su alcance.
Cristina no entendía nada. No era su cumpleaños. Lo miró confundida; la sonrisa en la cara de él se veía tan forzada.
No dijo nada. Se sentó a su lado en silencio y comió el trozo de pastel que le sirvió.
Mientras tanto, Paolo comenzó a beber vino, una copa tras otra. La desolación en su mirada se hizo más profunda y no volvió a pronunciar palabra.
El carrusel continuaba su giro hipnótico con la música de fo