Paolo abrió con cuidado la caja de metal. Dentro había varias cosas pequeñas, y del fondo sacó un cuadernillo que sostuvo frente a Cristina.
Ella ladeó la cabeza, tratando de adivinar qué era, con la mirada perdida en sus pensamientos.
—¿Y eso qué es? Pero... se me hace conocido... Como que ya lo había visto en algún lado...
Él le rozó la punta de la nariz con un dedo, con una sombra de decepción en la mirada.
—¿En serio no te acuerdas? Me tomé la molestia de guardarlo. ¿Cómo pudiste olvidar algo con tanto valor sentimental?
Cristina arrugó la frente. Por más que lo intentó, no pudo recordar.
—Yo... de verdad que no me acuerdo.
Paolo puso los ojos en blanco y abrió el cuadernillo que tenía en las manos. Comenzó a leer en voz alta, marcando cada palabra.
—2017, 2 de noviembre. Soleado. Hoy en el hospital vi a un señor muy guapo. Pensé que alguien tan guapo no podía ser malo. Me trajo a su casa, ¡y qué casa tan bonita! Me dijo que este sería mi hogar de ahora en adelante. ¡Qué increíble