SIENNA
— ¿Una mascarada?
El sol de la mañana ilumina el rostro de Massimo, que está sentado frente a mí en la isla de la cocina mientras come de su plato de frutas.
— ¿No te lo había dicho? —dice al pasar un bocado.
Niego, apresurada.
— Si, bueno, es una tradición. Nadie puede entrar si no lleva mascara, son las reglas.
Analizo un momento la situación.
— ¿Pero eso no obstruye nuestro trabajo? ¿Cómo sabré quién es quién si todos llevan máscara? A duras penas los reconozco por las fotos que me ha enseñado Matteo.
A pesar de que a menudo se pone de malas pulgas cada vez que no recuerdo el nombre de alguno. ¡Y son muchos! ¿Cómo se supone que recuerde quién era el bisabuelo de cada familia?
Massimo da otro mordisco a un trozo de fresa. Un gesto que me distrae de su torso al desnudo y los músculos relajados de sus brazos. Tiene ambos codos apoyados sobre el mesón, algo que hace resaltar aún más sus hombros fuertes.
Sacudo la cabeza para apartar su imagen y vuelvo a centrarme en mi propio des