Quizá debí haberme ido de allí cuando esa muchacha me dijo que estaba loca por aceptar ese empleo. O tal vez, cuando el aura de frialdad se coló en mis huesos al entrar a la mansión. Y, definitivamente, debería haberme alejado de él cuando sus ojos se fijaron en mi.
Leer másEse día me parecía que el sol brillaba más que de costumbre.
Por primera vez todo estaba a mi favor, y no podía estar más contenta.
Mi infancia y adolescencia no habían sido fáciles. No conocí a mis padres y me crié en un orfanato.
Cuando era más pequeña pensaba que alguna familia iba a adoptarme, o que tal vez, mis papás volverían por mi.
Pero con el paso de los años, descubrí que no. Y peor aún, que cuanto más grande era, menos interesadas estaban las familias en adoptarme.
Todo ese dolor y soledad, se terminaron el día que cumplí veintiún años.
Tomé mi mochila con las pocas pertenencias que tenía, y me subí al primer autobús que pasó.
Ni siquiera sabía a cuál pueblo me llevaba, pero no me importaba tampoco. Quería empezar de cero, lejos.
Después de viajar durante nueve horas, terminé en una vieja cafetería.
Me acerqué para preguntar si había algún empleo para mí allí, pero todos los puestos estaban ocupados.
Cuando me dirigía cabizbaja a la puerta, una señora de cabello oscuro se acercó y me extendió un papel.
En él decía: "Se busca personal de limpieza para la familia Wintford. Favor de presentarse en Avenida Libertad 937."
Cuando le agradecí con una gran sonrisa por la recomendación, ella respondió:
-Es una gran familia, tendrás un muy buen empleo allí-
De inmediato, sentí que mi vida comenzaba a tomar un rumbo, y no podía estar más emocionada.
Por fin, empezaría a vivir.
Me tomé otro autobús hasta la dirección que estaba en el papel, y cuando bajé, me quedé boquiabierta.
Jo-der.
Estaba frente a una gran mansión, de tres pisos y un increíble jardín.
Nunca había visto algo así.
Desvié la vista hasta mi cuerpo, y me avergoncé por la ropa que traía puesta. Era una simple remera blanca y un pantalón de jean, con mis zapatillas negras.
Jamás imaginé que vendría a un lugar así. De otro modo, no me hubiese acercado... Mis posibilidades aquí eran nulas.
Aunque había completado todos mis estudios básicos, no dejaba de ser una joven inexperta y de un rango social bajo.
Detuve mis pensamientos y me recriminé mentalmente por pensar así.
Ésta era mi nueva oportunidad, debía aceptar todos los retos. Si comenzaba a juzgar las opciones que se presentaban, jamás podría conseguir un trabajo.
Además, no podía condenarme por mi pasado. Gracias a ello, hoy era quien era.
Así que, con mis nervios a flor de piel, dí un par de pasos hasta que me acerqué a la gran puerta de madera. Sus manijas eran de oro y relucían bajo el sol del mediodía.
Golpeé con firmeza y esperé a que me abrieran.
Luego de unos largos segundos, nadie aparecía. Y cuando estaba a punto de golpear de nuevo, la voz de una mujer me detuvo.
-¿Vienes por el empleo?-
Giré mi rostro para encontrarla. Era una muchacha de unos veinticinco, cabello oscuro y piel blanca como la nieve. Su mirada era ruda, y en sus manos llevaba una pequeña maleta.
-Si... ¿Trabajas aquí?- cuestioné.
-Ya no, por suerte. Estás loca si quieres vivir en ésta mansión-
Mi corazón se aceleró, y la observé confundida.
-¿De qué hablas?-
En ese momento la puerta se abrió y miré en su dirección. Una señora mayor, con su cabello blanco y su espalda un poco encorvada, estaba sonriéndome.
Ahora entendía el motivo de la tardanza al abrirme.
Volví mi vista a donde estaba la muchacha antes, pero ésta había desaparecido.
-Hola, jovencita. ¿Qué buscas?-
Las palabras que había escuchado antes me estaban atormentando en cierto modo.
¿Era una mala idea trabajar aquí?
Volví a observar a la señora, y su sonrisa era tan pura y cálida que decidí ignorar la advertencia.
-Vengo por el puesto de trabajo para limpieza- sonreí con ansiedad.
-¡Oh! Finalmente. Qué alegría recibir a alguien tan joven y bella. Ven, pasa, pasa-
Se hizo a un lado y me permitió ingresar a la mansión.
Mi Dios.
Si me parecía una locura por fuera, por dentro no había palabras para describirla.
Todo brillaba, había mármol blanco y detalles en oro por todo el recibidor.
Algunos cuadros decoraban las paredes blancas y hacían juego con los adornos que se presentaban.
Hacia atrás se veía una sala de estar y una escalera de madera.
Me parecía estar dentro de una película.
-Es un hogar hermoso, Señora- balbuceé. - Y realmente me gustaría trabajar para usted-
-¿Para mi? Oh no- rió -Ésta es la casa del señor Andrew. Él va a ser tu jefe-
Me avergoncé por ni siquiera saber para quién iba a trabajar.
-Seguramente- continuó -Está en su oficina. Voy a llamarlo...- dió dos pasos lentos y antes de que pudiera alejarse de mí, gritó -¡Oh, allí estás! Ven Andrew, vino una joven por el puesto de trabajo-
Desvié mi vista hacia el susodicho, y en ese momento supe que estaba perdida.
POV AGATHAUn año después...Hacía un par de meses, Andrew y yo nos habíamos casado. La boda había sido un evento íntimo, con la presencia de nuestros seres queridos. Habían asistido a ella mi gran amiga Betty junto a su novio. También Mark, Marta, Ana y algunos otros familiares cercanos de mi novio.Quiero decir, de mi esposo. Todavía no me acostumbraba.Y en este preciso instante, observaba emocionada otro de mis sueños cumplidos, con ayuda de Andrew. Todo se veía tan hermoso... POV ANDREWSonreí con ternura al observar a Agatha.Estaba de pie, con un hermoso vestido azul que resaltaba su cabello. Estrujaba sus dedos entre sí mientras miraba la puerta, a la espera de mi madre.-Tranquila, nena. Va a estar todo bien. Relájate--Joder, es que no puedo- murmuró.Me acerqué y la estreché entre mis brazos con cariño.-Tranquila, pase lo que pase, siempre te querré cCapítulo 29
Suspiré recostando mi cabeza sobre el pecho de Andrew, que subía y bajaba de modo tranquilo.Mientras tanto, él repartía caricias en mi cabello.Mis ojos se cerraron entrando en un estado de ensoñación. Se sentía tan bien estar entre sus brazos, una vez más.Estaba feliz por haberme reconciliado con él, y especialmente porque noté sus sinceras disculpas. Andrew era una persona increíble pero que, como todos, cometía errores de vez en cuando.¿Quién no lo hacía?¿Y quién no merecía ser perdona
-Si... Quería darte las gracias por lo de mis padres. Realmente fue muy importante para mí-Andrew sonrió y dio otro paso hacia mí.-No tienes que agradecerme. Ya te dije que lo hice porque te quiero mucho-Sus ojos oscuros penetraron en mi mirada, haciendo que mi cuerpo tiemble.Otro trueno se escuchó en nuestro silencio.-Bueno... Solo era eso- balbuceé perdida en su rostro.-¿So
-Nunca pensé que ellos...- balbuceé entre sus brazos.-Lo sé, nena. Lo sé- acarició con dulzura mi cabello.-Me siento tan culpable... Los odié por tanto tiempo, pensando que me habían abandonado- otro sollozo se escapó de mi boca.-No fue tu culpa, Agatha- se alejó unos centímetros y me observó a los ojos -Mírame- ordenó y lo hice -No fue tu culpa. Lo que pensaste fue lo lógico, no podrías imaginarte ésto. Bajo ningún punto de vista debes sentirte mal. ¿Me escuchas?-Asentí limpiando las lágrimas de mi rostro. En el preciso instante en que acepté la propuesta, Andrew se puso de pie.En cuestión de minutos cada uno buscó sus abrigos y nos encontramos en la puerta principal de la casa. No nos dijimos nada más. Solo murmuré un "Vamos" y eso fue todo.Ahora mi principal pensamiento era que por fin conocería a mis progenitores.Ya habría tiempo para hablar con mi jefe sobre todo lo sucedido entre nosotros.Caminamos en silencio hasta el auto último modelo de Andrew. Nunca me había subido a uno así. Era un Audi de color rojo brilloso; por dentro era todo negro y con asientos dCapítulo 25
Último capítulo