Sombras del pasado (2da. Parte)
El mismo día
New York
Karina
Desde que acepté asistir al almuerzo en la casa de la madre de Lance, sabía que no era mi ambiente habitual; los modales refinados, las conversaciones sofisticadas y la luz del mediodía filtrándose por los ventanales me hacían sentir un poco fuera de lugar. Aun así, decidí acompañarlo. Todo parecía fluir con normalidad, hasta que escuché las palabras de Cristina: “Michael está aquí…”.
Por un instante pensé que podía mantener la calma, que todo estaba bajo control, pero la paz duró poco. Allí estaba él, alto, buen mozo, con cabello castaño y unos ojos azules tan intensos que parecían devorarme con descaro. Mi corazón se aceleró. Me aferré al brazo de Lance para contenerlo; su mandíbula se tensó y por un momento temí que reaccionara impulsivamente. Pero él solo soltó con firmeza:
—Sabes que, Michael, no te debo explicaciones de mi vida. Disfruta del almuerzo en paz.
Sus palabras fueron un muro de protección, y por suerte no cayó en su juego.
Estamos en la sal