Lo que sentimos (1era. Parte)
Unos días después
New York
Karina
La noche se me hizo eterna. El silencio del dormitorio sin Lance era tan grande que hasta el tic-tac del reloj parecía burlarse de mí. Me giré una y otra vez entre las sábanas, buscando ese calor suyo que siempre me envuelve, pero solo encontré un vacío helado. Terminé rindiéndome y vine al departamento de mis padres; aquí, al menos, las voces familiares y el movimiento de la casa me distraen un poco.
Aun así, su ausencia pesa. Camino hasta mi oficina con una taza de café entre las manos, el aroma fuerte apenas logra despejarme. El escritorio está lleno de documentos, pero mis pensamientos vuelven una y otra vez a él: ¿habrá comido bien? ¿Habrá dormido en el hotel? ¿Pensará en mí tanto como yo en él? Sacudo la cabeza, molesta conmigo misma. No quiero sonar dependiente, pero la verdad es que lo extraño con cada fibra de mi ser.
Un golpe suave en la puerta me saca de mis pensamientos. Me enderezo, trato de recomponer mi expresión, y entonces aparece Cris