Latidos en suspenso (2da. Parte)
Unos días después
New York
Karina
Desde que regresamos a Nueva York, Lance prácticamente no me ha dejado levantarme de la cama. Cada movimiento mío es observado con atención, cada gesto es acompañado por su mano firme y cálida. Ni siquiera ha vuelto a la empresa; su prioridad soy yo y nuestro hijo. Mis padres y Martha, al enterarse de nuestro regreso prematuro, vinieron enseguida, llenando la casa de preocupación y consejos sobre cuidados y reposo.
Hoy estamos en el consultorio de mi ginecólogo, un espacio cálido con luz suave que busca calmar los nervios. El murmullo de la calle se cuela por la ventana, pero adentro todo es silencio y tensión contenida. Lance sostiene mi mano con fuerza, sus dedos entrelazados con los míos, y me lanza una mirada que mezcla miedo y amor.
—¡Sra. Mckeson! Pasen por favor —nos llama el doctor con una sonrisa tranquilizadora—. Vamos a revisar cómo está todo.
Me subo a la camilla mientras Lance me ayuda a acomodarme. Su brazo rodea mi cintura y siento su re