El mismo día
Washington
Lance
El trayecto hasta la casa de mis abuelos en Washington se sintió eterno. Karina no soltaba mis manos; las apretaba como si necesitara coraje para lo que venía. Su mirada fija en el paisaje corría al otro lado del cristal me revelaba lo que su silencio callaba: estaba nerviosa. Y yo también. Conocía a mi familia. No eran personas fáciles.
Cuando el auto se detuve frente al portón de hierro, un aire de solemnidad nos envolvió. La mansión imponía respeto.
Y ahora respiro hondo. Apenas cruzamos la puerta principal, el aroma a madera vieja y flores secas anuncia un lugar detenido en el tiempo.
—¡Mi muchacho! —exclama mi abuelo, dándome una palmada en la espalda con su fuerza habitual—. Me alegra verte. ¿Y este pequeño quién es?
—Abuelo, él es el pequeño Lance, aunque todos lo llamamos Lanci. Ya conoces a mi esposa, Karina… y a Emma —respondo, sosteniendo al bebé mientras Karina se adelanta con una sonrisa tensa.
—Buenas noches, un gusto volver a verlo. Emma, sa