Al día siguiente
New York
Martha
He decidido hacer lo que le comenté a Cristina: intentar comunicarme con Fred Fischer, el esposo de Yang, a través de Ralph O’Connor. Pero, al parecer, lo único que consiguió mi amigo fue hacerse de un enemigo. Ambos entendimos que ese no era el camino para descubrir la verdad sobre el hijo de la exnovia de Lance.
Ralph, siempre tan pragmático, me sugirió que su esposa Layla se encargue del asunto. Ella mantiene una amistad cercana con el círculo íntimo de Yang, y podría obtener información valiosa sin levantar sospechas. Por ahora, debo tener paciencia.
Mientras termino de desayunar, me inquieta la insistencia de mi hija. Cristina ha llamado tres veces pidiéndome que la reciba a primera hora. Apenas apoyo la taza sobre el plato, suena el timbre. En segundos, ella y Roger están frente a mí.
—Buenos días, chicos. Al parecer madrugaron —digo con una sonrisa—. Pero vengan, acompáñenme a desayunar.
—Madre, mejor te esperamos en el estudio —responde Cristina