Sombras de engaño (2da. Parte)
Al día siguiente
Berlín
Cristina
Apenas dormí. La imagen de Yang Ling mirándome con ese odio mudo me taladró toda la noche. No podía quedarme así, con esa duda clavada entre el pecho y la garganta. Ralph O’Connor logró conseguirnos un almuerzo con Albert Fisher y su familia. La excusa perfecta: hablar de su fundación. Pero todos sabemos que estoy aquí por otra cosa.
La ciudad se ve gris tras la ventanilla del coche. Roger me toma la mano; su pulgar dibuja círculos lentos sobre mi piel, intentando calmarme, aunque su respiración lo traiciona.
—Amor, ¿segura de esto? —pregunta con voz baja, sin apartar la vista del camino.
—No vine a quedarme con dudas, Roger. Necesito que Yang me diga la verdad.
—Si Albert nos invitó, es porque su cuñada aún no contó quiénes somos. Aprovechemos eso —dice, intentando sonar práctico, pero el ceño fruncido lo delata.
—¿Y si lo descubren? —susurro.
—Entonces improvisamos —responde con una media sonrisa que no alcanza a disimular su tensión.
El coche se deti