Primeros días agosto
New York
Cristina
Después de contarle a mi esposo sobre los anónimos, decidimos hacer la denuncia en la policía, pidiendo la mayor discreción posible. La posición de la empresa no nos permite escándalos; cualquier error podría terminar de llevarnos a la quiebra. Mi hermano sigue recuperándose lentamente del accidente, y es lo único bueno en medio de tantas preocupaciones. Ahora estoy en mi oficina, revisando papeles, esperando que en cualquier instante Amanda llegue.
La puerta está entreabierta cuando escucho un golpe suave.
—Cristina, ¿se puede? —pregunta Amanda, asomando la cabeza.
Levanto la vista del escritorio, respiro aliviada y le hago una seña.
—Claro, amiga, pasa por favor. Siéntate. —Nos saludamos con un beso en la mejilla—. Si vienes a saber de Lance, te comento que está recuperándose. Karina y mi madre no se despegan de él.
Amanda se acomoda en la silla frente a mí, nerviosa, entrelazando los dedos.
—Cristina, lo sé. Los chicos me lo han contado. Yo fui