El mismo día
New York
Martha
El corazón lo tengo pendiendo de un hilo. La sola idea de perder a mi hijo me enloquece. Ya perdí a mi esposo, ¿no es suficiente castigo? Lance es demasiado joven, tiene una vida entera por vivir con nosotros, con su familia. Debo sacar fuerzas de donde sea; no puedo permitir que nos derrumbemos. Yo soy el pilar de esta familia, me repito una y otra vez, mientras mis manos entrelazadas tiemblan sobre mi regazo en esta fría sala de espera. Al mirar el reloj, me doy cuenta de cuánto tiempo ha pasado.
Me levanto y me acerco a Karina, que no ha dejado de abrazar su vientre como si con ello también protegiera a Lance.
—Karina, querida… deberías ir a descansar —le digo con voz suave, posando una mano sobre su hombro—. En tu estado no es bueno para el bebé.
Ella alza la mirada, con los ojos enrojecidos por las lágrimas contenidas, y aprieta los labios.
—Martha, no me pienso mover de aquí hasta saber que Lance está fuera de peligro.
—Hija, llevamos horas esperando