Dos meses después — Agosto
Londres
Michael
Nada de lo que hice ha causado el efecto esperado en Lance. Mi primo… siempre el bendecido. Siempre el favorito. Tiene todo lo que yo deseé: primero me arrebató a la mujer que amaba, y ahora la presidencia del grupo Mckeson.
Pero esta vez voy a hacerlo pagar. Le voy a dar donde más le duele.
El ascensor se abre con un zumbido metálico y el aire del pent-house me recibe con olor a whisky caro. Harry está allí, recostado en el sillón, con una sonrisa que destila soberbia. Me acerco sin apuro, saboreando el momento.
—Harry, me alegra verte… te ves mucho mejor, ahora libre.
Él suelta una risa grave, casi ronca.
—Te lo debo a ti, Michael. Para que veas que cumplo mis promesas. Ya tengo al hombre que nos va a ayudar.
—¿Tienes alguna foto? ¿Puedes mostrármela? —pregunto mientras me sirvo un trago.
Harry abre una carpeta de cuero, la extiende sobre la mesa. El sonido del papel rompe el silencio.
—¿Qué te parece? ¿Nos sirve, no lo crees?
Observo la fot