Capítulo veintidós.
Solo era un buen trato, un negocio que lo salvaría a ambos, un matrimonio que duraría seis meses, pero en el momento que Alexander cerró la puerta algo en el interior de ambos comenzó a despertar.
Alexander veía el rostro sonrosado de Sofia, la forma en la que sus labios se estiraban al sonreír, como sus ojos tan raros y exóticos brillaban productos del alcohol, y de pronto el perfume que la rubia cargaba comenzó a envolverlo; mientras que Sofia veía su jefe desde una nueva perspectiva, nunca había prestado atención lo larga que eran sus pestañas, porque jamás había estado tan cerca de su rostro como ahora, tampoco había sido consciente de la gran altura del hombre, porque jamás en su vida pensó ser cargada por él, y qué decir de esos brazos musculosos, por qué los podía sentir bajo su espalda y sus piernas, cómo sus músculos se tensaban, incluso esas canas que ya asomaban en su cabello, le parecieron sumamente encantadoras y seductora, y fue en ese segundo, cuando Alexander al fin ha