Capítulo Ochenta y dos

Arias subió a su vehículo y apretó el acelerador, mientras tomaba su móvil y buscaba quién era el dueño de aquel club, porque ella definitivamente conocía al padre de Sofía, y no era ese hombre con el que acababa de follar, pero tampoco era tonta y mucho menos sorda, había escuchado a la perfección lo que el otro hombre le reclamaba a Dylan, no tenía tiempo para ponerse a llorar o sentirse mal por la deducción que el recién llegado había sacado, al fin y al cabo ella sabía que no era una puta, quizás simplemente una más con la que Dylan estaría, y malditamente no se arrepentía de aquello, al fin había hecho algo emocionante en su vida, algo muy emocionante y muy satisfactorio, pero todo aquello quedó en un segundo plano, cuando el asistente telefónico le informo que aquel club pertenecía a la familia Bach.

—me lleva el mismo infierno.

Musitó, antes de dar la siguiente indicación a su móvil, y ese fue el listado de los miembros más antiguos de los Bach, y fue allí cuando el nombre de E
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