Después de la gala, Isidora se sumergió en el trabajo con una intensidad que bordeaba la obsesión. El segundo diseño consumía cada pensamiento, cada momento despierta. Era su refugio del caos emocional que la rodeaba.

El concepto era claro en su mente: la lucha. El momento exacto en que decides romper las cadenas pero aún sientes su peso. Quería capturar ese instante de transformación cuando el dolor se convierte en determinación.

Diego venía todos los días, sin falta. A veces traía materiales. Otras veces solo traía comida y compañía.

Era miércoles por la noche, casi las once. Isidora había estado trabajando desde las seis de la mañana con apenas una pausa para comer. El diseño estaba tomando forma en el maniquí frente a ella: líneas asimétricas que creaban tensión visual, tela que parecía fluir y congelarse simultáneamente.

Pero algo no estaba bien. La proporción del hombro izquierdo versus el derecho. Era demasiado obvia. Demasiado literal.

—Maldición —murmuró, quitando los alfilere