Matteo estaba en su oficina privada dentro de Franzani Atelier cuando recibió el mensaje de su padre: "Mi despacho. Ahora."

No era una solicitud. Era una orden.

Cerró la laptop donde revisaba contratos de proveedores y caminó por el pasillo hacia el octavo piso. Cada paso resonaba en el mármol pulido, un recordatorio constante del imperio que su padre había construido y que algún día sería suyo.

Si no lo arruinaba primero.

Entró sin tocar. Luca estaba de pie junto a la ventana, exactamente en la misma posición en la que había estado con Diego una hora antes.

—Cierra la puerta —dijo sin girarse.

Matteo obedeció y se quedó de pie, esperando. Conocía esa postura. Su padre la adoptaba cuando tenía noticias que no serían bien recibidas.

—Diego estuvo aquí esta mañana —dijo Luca finalmente.

Matteo sintió que su mandíbula se tensaba.

—¿Qué quería?

—Hablar de Isidora. Y de una propuesta que, debo admitir, tiene sentido comercial.

—¿Qué tipo de propuesta?

Luca se giró, estudiando a su hijo con