Capítulo – La Voz del Peón Cantó El Ministerio de Trabajo se presentó con tono firme, voz neutra y papeles en mano. La notificación formal contra Raúl Méndez estaba firmada: sería procesado por encubrimiento, negligencia laboral y posibles lesiones con dolo eventual. Los abogados del Estado estaban dispuestos a ir hasta el final. Pero justo cuando todo parecía sellado, los representantes legales de Nicolás Martínez intervinieron.Raúl, arrinconado, con los hombros caídos y el alma a cuestas, dudaba.Había sido leal a Fabricio Castiglioni hasta el límite de la estupidez.Pero en ese momento, pensó en su madre. En el hospital, en los remedios carísimos, en el alquiler que ya no podía pagar desde que lo habían despedido de la obra.Y lo más importante , pensó en su nombre.No iba a ser el chivo expiatorio de nadie.Uno de los abogados de Nicolás habló con claridad:—Raúl, si colaborás con la Justicia, si entregás pruebas y contás lo que sabés sobre los fraudes cometidos por Castiglioni
Capítulo 77 – El Fantasma que PlaneaDurante los últimos días, Fabricio Castiglioni había desaparecido del mapa. No se lo había visto por la obra, ni por su apartamento, ni siquiera por los pasillos de los edificios donde antes se movía con aires de rey.Pero no estaba muerto.Ni vencido .Ni de parranda Estaba… planeando.**Desde que lo sacaron de la obra como un perro, con el casco bajo el brazo y la humillación tatuada en la cara, había tenido que refugiarse donde pudiera.El apartamento de lujo en el que vivía, ese que le gustaba mostrar como trofeo, ya era un lastre. No sabía cómo iba a pagar la cuota de este mes. La tarjeta estaba al límite, la heladera vacía, y el agua caliente… un lujo esporádico.Por eso, había encontrado una salvación momentánea.Su nombre era Virginia Azuaga, una arquitecta senior que trabajaba en una subcontratista dentro del Cinco Estrellas. Discreta. Soltera. De mirada inteligente, y lo suficientemente ilusa para creerse el discurso quebrado de Fabricio
Capítulo – Una Noche Para NosotrosLa obra marchaba mejor que nunca,como se dice en la jerga criolla "Viento en popa".Los obreros trabajaban con entusiasmo, el cronograma se adelantaba, las auditorías transcurrían sin sobresaltos, y por fin… la tensión empezaba a disiparse.El Ministerio de Trabajo ya había iniciado la denuncia formal contra Fabricio Castiglioni, y Fátima Lombardí, cada vez más ausente y presionada, se desdibujaba entre planillas y excusas.Anahir estaba donde debía estar: al frente del proyecto que soñó desde sus planos, con la frente en alto, los pies firmes y una sonrisa cada vez más segura.Y Nicolás… no podía dejar de mirarla.**Esa noche, mientras repasaban unos ajustes de cronograma, ella hablaba con pasión de las cuadrillas y los rendimientos de cada sector.Y él, con una copa de vino en la mano, la observaba.No escuchaba del todo.Solo pensaba que estaba enamorado y hasta el cuello. Hasta el alma.—Ani —la interrumpió, suave—. ¿Querés que esta noche salga
Esa noche, al llegar a casa, todo cambió. La risa quedó atrás. El silencio ahora era denso, lleno de deseo y ternura. Nicolás la miró. Sus ojos negros la recorrieron con devoción, como un hombre que había aprendido a valorar cada instante. Había imaginado ese momento mil veces. Pero nada, nada, se parecía a la realidad de tenerla frente a él. —Esta vez no pienso dejarte ir —susurró. —No lo vas a hacer —respondió ella, suave—. Esta vez, me tenés entera. Cuerpo, alma… todo. Nicolás la tomó en brazos, con facilidad. Anahir rió bajito, rodeando su cuello con los brazos. Cuando la besó, no fue solo un beso: fue una rendición. Fue un puente entre lo que fueron y lo que estaban a punto de ser. La dejó sobre la cama con la delicadeza con la que se sostiene lo más amado. La luz tenue pintaba la piel de Anahir de oro y fuego. Ella se incorporó levemente, recorriéndolo con la mirada. —Me mirás como si yo fuera tu lugar más preciado —le dijo, temblando. —Porque lo sos —respondió él. Se
Capítulo 80 – Regreso a la ObraEl sol había comenzado a elevarse sobre el Cinco Estrellas cuando Nicolás y Anahir cruzaron juntos la entrada principal. Vestidos con sus chalecos, cascos en mano y la complicidad brillando en sus miradas, caminaban como dos socios, como dos guerreros que, tras una noche de amor y verdad, estaban listos para enfrentar lo que viniera.La obra estaba viva. Se respiraba movimiento, orden, avance. Y sin embargo, una tensión nueva los esperaba.Fátima Lombardí los aguardaba cerca de los camiones de hormigón, con el celular en la mano y los labios apretados como si acabara de morder limón.—Necesito hablar con ustedes —dijo apenas los vio llegar.Nicolás intercambió una mirada con Anahir y asintió con calma.—Adelante.—Hubo un problema con los pagos de los camiones de hormigón del sector cuatro —explicó Fátima—. Figuran 400 horas de servicio en los comprobantes, pero los registros reales indican 267. Hay una diferencia importante y no aparece ningún anexo, n
Capítulo – La Arquitecta de la Verdad La reunión de auditoría había alcanzado un punto crítico. Los números ya no eran simples cifras. Eran pruebas. Pruebas de una traición estructural, de un saqueo silencioso que había puesto en jaque la integridad del proyecto Cinco Estrellas. El aire era espeso, como si cada palabra dicha dejara una huella de pólvora en la sala. Fabricio Castiglioni no estaba presente, pero su sombra pesaba como una losa sobre cada informe que se deslizaba sobre la mesa. Su nombre surgía en cada documento, como una firma maldita imposible de borrar. Y entonces, Esteban Lombardí, con voz ronca, interrumpió. Levantó la mirada hacia Fabián Mansilla, el inversor mayor del proyecto. —Pero... Fabricio fue el que presentó este proyecto —dijo, dudoso, como quien intenta comprender algo que se le escapa de las manos—. Fue él quien lo encaminó, quien nos trajo la inversión, quien lo ganó en su momento. No creo que alguien venga a robarse un negocio que él mismo constr
Capítulo – La Última Cena de FátimaLa pasta humeaba sobre el plato, con ese aroma a albahaca fresca y aceite de oliva que siempre le había recordado a su infancia. Pero ese día… no tenía gusto a nada.Fátima Lombardí movía los fideos con el tenedor como si intentara retrasar lo inevitable. Estaba sentada en la cabecera, como siempre, pero se sentía más sola que nunca. Su padre estaba en la otra punta de la mesa, con la copa de vino apenas rozando sus labios, mirándola sin hablar.Ese silencio la taladraba.—¿No vas a comer? —preguntó él, finalmente, con la voz baja, grave.Ella hizo un gesto leve, una sonrisa débil, casi educada.—Sí, papá… estoy… solo que estoy cansada.Cansada. Qué palabra inútil.No estaba cansada. Estaba al borde del abismo.Santiago Durán ya le había dicho que no seguiría con ella ayudándola. Que se quedaba como inversor, sí. Pero no con ella .Ni como aliado. Ni como nada."No quiero que me relacionen con Fabricio Castiglioni. Ni con vos."Está muy turbio todo
Capítulo 83 – El Impacto Bajo CascoSantiago Durán no era un hombre fácil de impresionar. Después de casi tres años soportando la farsa de una relación con Fátima Lombardí, había aprendido a desconfiar. Y más aún, a no entregarse a nada ni a nadie.Porque el amor, para él, se había vuelto una palabra vacía.Vacía desde que descubrió que su novia lo engañaba con su socio. Vacía desde que se enteró que la traición llevaba años, risas falsas, hoteles discretos, reuniones “de obra” donde solo se planificaba cómo sacarlo del juego.Por eso, cuando aceptó la propuesta de Fabián Mansilla para invertir de forma independiente, lo hizo sin mirar atrás. Quería estar, sí. Pero sin ataduras. Sin vínculos. Sin juegos.O eso pensaba… Hasta que ella apareció.**—¿Santiago Durán? —preguntó una voz femenina apenas bajó del auto.Giró con suavidad, ajustando el reloj en su muñeca, con la carpeta del proyecto bajo el brazo.Y ahí estaba.Casco blanco. Camisa blanca ajustada. Jeans oscuros y unas botas d