Capítulo – El juego de la máscara
Fabricio entró sin golpear. Cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia Fátima, decidido a besarla, a recuperar algo de poder donde ya no le quedaba.
—Ni lo sueñes —le cortó ella, apartándose de su silla sin perder la compostura.
Su rechazo fue seco, elegante y definitivo. Fátima nunca se mezclaba con nadie en su oficina, y mucho menos con alguien como Fabricio, no cuando sabía lo que estaba en juego.
—¿Qué te pasa? —gruñó él.
—Que esta no es tu madriguera, Castiglioni —dijo sin inmutarse—. Y mucho menos tu refugio. Aquí no. Nunca.
Fabricio apretó la mandíbula, pero trató de contenerse. Sabía que necesitaba algo más importante que su orgullo.
—Necesito dinero, Fátima. No me vengas con vueltas. Si no me das esa inyección de fondos, nos vamos a pique.
Ella, cruzada de brazos, sonrió como quien observa una grieta propagarse por una viga mal calculada.
—No tengo dinero para tu trampa, Fabricio. Ni quiero involucrarme. Ya bastante he hecho sosteniéndote en