Capítulo – El papá del corazón
El sol de la mañana entraba por las ventanas con una calidez mansa, de esas que anuncian días tranquilos.
Alejandra estaba en la cocina terminando de peinar a Alejandro cuando escuchó el timbre.
Él, inquieto, corrió a abrir con su mochila colgando de un hombro.
—¡Papi, viniste!
Papi.
La palabra flotó en el aire y le caló hondo en el pecho a Ale.
Cuando Damián cruzó el umbral con su sonrisa de siempre y los ojos brillando, el mundo se sintió más sencillo. Llevaba una mochila liviana al hombro, jeans, remera clara, y ese aire de hombre que no hace ruido pero cambia todo con su presencia.
—¿Listos? —preguntó, tomando la mano de Alejandro.
—Sí —dijo el niño, entusiasmado—. Hoy quiero que todos te vean.
Alejandra sonrió mientras se ajustaba la chaqueta. Tenía que ir a la clínica en construcción. Como ya estaba graduada, sus mañanas eran para trabajar en lo que tanto amaba.
—Gracias por llevarlo —le dijo a Damián, mientras cerraba la puerta.
—Gracias a vos por