14:30 hs. — PERSPECTIVA: Salomé.
—¿Estás bien, Zami? —le pregunté, mientras le secaba el pelo con la delicadeza propia con la que trataría a un bebé.
—Sí —respondió ella, en un hilo de voz que apenas llegaba a oírse.
—Mira —le dije, enseñándole un viejo vestido negro que había preparado para ella—. ¿Recuerdas esto? El de "esas horribles rosas rojas". Vaya feo que te hice aquel día...
—Sí... —afirmó ella, esbozando una pequeña sonrisa—. No querías admitir que con esas tetas ya no podía seguir vistiéndote como una niña...
—Pues me sigue pareciendo horrible —reí—. Pero menos mal que lo guardé, porque es lo único que tengo de tu talla.
—Trae, anda.
Zamira, tan linda como ella sola, estaba poniendo todo de su parte para intentar aparentar normalidad. Sin embargo, tanto ella como yo, éramos perfectamente capaces de darnos cuenta de que ninguna de las dos estaba bien. Yo, por lo menos, terminé de convencerme mientras nos duchábamos, cuando tuve que ayudarla a limpiarse esas partes de su cuer