14:45 hs. — PERSPECTIVA: Laura.
—¿Se puede saber por qué cojones es tan grande este puto aparcamiento?
—Porque funciona para dos edificios de más de diez pisos cada uno, niña
—Vuelve a llamarme niña otra vez y te juro que te meto una patada en los huevos, gilipollas.
—¿Podemos tranquilizarnos, por favor?
¿Que quién me había mandado a meterme ahí? Pues nadie, lo había hecho porque era tonta. Ni el imbécil de Damián ni ninguno de esos niñatos valían tantos dolores de cabeza juntos. Y mucho menos Damián, no después de la humillación por la que me había hecho pasar. ¿Entonces? ¿Por qué estaba ahí, metida hasta el cuello en ese berenjenal? Porque, a pesar de todo, lo seguía queriendo al bobo ese. Porque no podía permitir que lo echaran del trabajo y me dejara sola. Porque él siempre había estado ahí para mí y era lo mínimo que podía hacer por él. Y no necesitaba a ninguno de esos tres tarados para ellos, yo sola podía encargarme de todo. Ni tristezas, ni depresiones, nada de eso me asustab