15:00 hs. - Damián.—¡Una buena ducha en casita! ¡Cuánto necesitaba esto! —exclamé con felicidad y alivio—. Uy... tengo hambre... ¡Salomé!—¡Dime! —gritó desde la habitación, lugar al que me dirigí.—¿Tú ya has comido? Me imagino que sí, pero... —me detuve al ver que todavía seguía acostada en la cama jugando con el gato—.—Apenas di bocado hoy, la verdad...—¿Ah, sí? ¡Genial entonces! ¡Vamos a almorzar algo! ¿Qué te parece si vamos a molestar a tu hermana? —le propuse, recordando que Zamira trabajaba en una cafetería cercana.—Me parece una idea estupenda. Yo ya voy, espérame afuera, que me voy a cambiar —me dijo.—¿Otra vez? —pregunté extrañado.—Sí... Es que... no me gusta mucho este conjunto... ¡No tardo nada! —respondió, aunque me pareció que sin mucho convencimiento, pero no le di mayor importancia.—Está bien. ¿Has hablado ya con tu amigo?—Sí... Él se queda con Luna... —me respondió con un tono apagado.—¿Te pasa algo, Salomé? —pregunté preocupado.—¿Eh? No... Es que mientras
20:10 hs. - Salomé.—¿Salomé? ¿Se puede?—¿Qué quieres?—¡Epa! Voy a entrar... ¿Qué te pasó?—Tú mejor que ni te acerques a mí... que no me olvido lo que me hiciste antes.—¿Lo del beso? Pero si fuiste vos la que me preguntaste cómo tenías que hacer para entrarle...—¡No te sientes en mi cama! ¡Vete de aquí!—¡Eh! Calmate, viejo. ¿Qué carajo pasó?—No te importa... ¡Y no me toques!—Shh... Vení para acá, dejá que te abrace...—No quiero que me abraces... Quiero dormirme y no despertarme más...—Shh... Tranquilizate... Contame lo que pasó...—Suéltame...Pero finalmente terminé contándoselo. Estaba demasiado triste como para permitirme rechazar una muestra de afecto, por más que proviniera del único tipo que no tenía ganas de ver en ese momento.—¿Sabés por qué pasó eso? —dijo todavía abrazado a mí—. Porque para él es algo normal.—¿A qué te refieres?—A él no le importa una mierda si llegás al orgasmo o no porque nunca te mostraste disconforme.—Pero...—Decime una cosa, ¿qué hacés no
- 23:25 hs. - Damián.—¡Bueno! ¡Paramos un rato, gandules! ¡En una hora los quiero ver currando de nuevo!A todos los que estábamos ahí nos tomó por sorpresa el anuncio de Santiago. No llevábamos ni cuatro horas trabajando y ya nos había dado el primer descanso, cosa poco común en él. Pero bueno, no iba a ser yo el que preguntara el motivo, y seguramente tampoco ninguno de mis compañeros.—¿Vamos a la cafetería? —me preguntó Lau con una sonrisa. Eché un vistazo a la puerta de la oficina y vi que el mismo grupito del día anterior nos estaba esperando.—¿Jéssica también? Ayer no lo pasó muy bien que digamos —le recordé mientras observaba a la chica nueva.—Alejandra y yo la convencimos. Es mejor que dejarla aquí solita...—Está bien. Vamos —respondí finalmente.Nos reunimos con los demás y nos dirigimos hacia la cafetería. Cabe destacar que Lau y yo trabajábamos en una zona de la oficina y los demás del equipo en otra, por eso no salíamos todos al mismo tiempo en los descansos.—Qué rar
00:15 hs. - Salomé.Lo siguiente que recuerdo es que cerré los ojos, tomé aire y...—¡No! —logré decir a tiempo— No puedo hacerlo...—Tranquila, Salomé, todo va bien... Relajate y...—¡Te digo que no! ¡No puedo! ¡Y tampoco quiero! —dije ya un poco más nerviosa. Y como saliendo de un trance, me acomodé el camisón y me separé de él.—Tranquila, no te enojés. Tenés miedo porque nunca lo hiciste, nada más... —dijo volviendo a acercarse.—¡Te digo que no! —volví a gritar, y esta vez se detuvo. Se sentó de nuevo a mi lado y se hizo un silencio muy incómodo.—Pensé que era un buen momento... —dijo por fin—. Perdoname.—¿Un buen momento para qué? Ni siquiera estoy convencida de hacer esto...—Vos lo que tenés es un lío tremendo en la cabeza, Salomé. Tenés que poner tus ideas en orden urgentemente.—Mis ideas están perfectamente ordenadas...—¿Entonces?—¡Que no quiero hacer eso! ¡Nada más! —volví a gritar.—Así no vamos a progresar nada...—¿Progresar en qué? —le pregunté enfadada—. Está bien
—Vení... —dijo de pronto. Se puso de pie y me hizo agacharme delante él.—No quiero hacerlo —me apresuré a aclararle, creyendo que me haría... bueno, eso.—Tranquila, de esta forma va a ser más cómodo para vos.Tenía su pene justo delante de mi cara, firme y esperando a mi proceder. Ahora sí que me había fijado en su tamaño, y si bien no había visto otro más que el de mi novio en toda mi vida, no era tonta y sabía que ese, en particular, era grande. Lo volví a sujetar y realicé el mismo movimiento que me había marcado Fernando hacía apenas unos minutos. Me centré en ese sube y baja, imprimí una velocidad ni rápida, ni lenta, y estuve así un rato. Pero, una vez más, no volví a durar mucho tiempo. Mi brazo se cansó a los cinco minutos de empezar, y el meneo ya no era como al principio. Él no dijo nada sin embargo, y me dejó continuar a mi ritmo, que terminó siendo lento y con movimientos torpes. Debido a ello, el ímpetu de ambos fue decayendo, porque la masturbación ya no era tal. Y emp
01:25 hs. - Damián.—Ey, Cristian, ¿me vas a contar qué pasó con la nueva o no?—¿Me dejas cagar tranquilo? Ahora salgo.Me encontré con él en el baño de caballeros, como siempre, ya que era el único lugar en el que podíamos hablar sin que nos molestaran. Santiago nos tenía de un lado para otro, y ese día parecía estar más nervioso de lo habitual. Lau no se quedaba atrás tampoco, apenas nos daba respiro a mi equipo y a mí. Recién pude librarme cuando me dijo que tenía que atender unos asuntos en el piso de abajo.—¿Qué quieres, Damián? —me preguntó Cristian mientras se encendía un cigarro.—No te hagas el inocente conmigo. Antes vi perfectamente cómo tonteabas con Jéssica.—Sí. ¿Y qué pasa?—No, no pasa nada. Sólo pregunto.—No hay mucho que contar... La niñata se cierra demasiado.—¿Y lo de hoy qué? ¿Qué hiciste para que se levantara así?—Te juro que no hice nada. Le pregunté varias veces cómo estaba y tonterías de ese estilo. Pero nada más.—¿Estás seguro? Me pareció ver que la toc
10:15 hs. - Salomé.—Miau.—No estoy de humor, Luna. Vete a jugar por ahí...Otra vez ese remordimiento de consciencia. Otra vez ese mal cuerpo por haber hecho lo que no debería haber hecho. Otra vez esas ganas de que se abriera la tierra y me tragara para siempre. Por segunda noche consecutiva, había roto todo tipo de barreras con mi mejor amigo de la infancia pese a haberme prometido que no volvería a suceder.Yo sabía que necesitaba soltarme más a la hora de intimar, me había quedado bien claro en la playa con Damián. Pero ya no quería seguir recibiendo ayuda de Fernando, no porque desconfiara de sus intenciones, sino porque ya no me parecía correcto ni justificable lo que estábamos haciendo. Había aceptado la primera vez porque estaba desesperada y porque no me parecía tan mala idea, pero nunca creí que fuéramos a traspasar tantos límites.No podía dejar de pensar en lo que había hecho la noche anterior, en cómo había transcurrido todo y en las cosas que estuve a punto de hacer...
—¡No señales, maleducado! ¡Y quítate eso de la cara! Ella es Salomé. Y a partir del sábado te empezará a dar clases particulares —me presentó. El chico se me quedó mirando unos segundos, pero no pude ver su expresión. Ttenía una especie de bufanda que le tapaba toda la parte baja de la cara. También llevaba puesto un chaquetón de invierno. Frío no tenía, eso era seguro.—¿Otra más? Ya te he dicho que no vale la pena...—¡Oye! ¡Preséntate como es debido! —le gritó aún más enfadada.—Hola, me llamo Guillermo y soy tonto. Te recomiendo que no pierdas el tiempo con alguien como yo —dijo mientras se daba la vuelta y volvía a centrar su atención en la pantalla. Yo estaba anonadada.—Tú no le hagas caso. No es tonto, es vago, que es muy distinto —me dijo inmediatamente Mariela—. Y, a ver, tú, la chica quiere saber a qué hora te viene bien a ti para tomar las clases.—¿Eh? —preguntó—Hola, Guillermo. Yo soy Salomé y estoy aquí para ayudarte en lo que pueda. Tú no te preocupes por nada —le dij