—¿No vas a decir nada? —dije por fin.
—¿Qué? —preguntó mientras seguía comiendo.
—Dime algo...
—¿Qué querés que te diga?
—De lo de anoche...
—¡Ah! Estuviste bien. Sí. —dijo sonriéndome, provocando que me sonrojara.
—¿En serio?
—Sí, estuviste genial —dijo de nuevo.
—No me refiero a eso. Quiero saber si en serio vas a seguir actuando como si no hubiera pasa nada.
—¿Yo? Pero si te estoy hablando de lo de ayer.
—¡Que no me refiero a eso! ¡Hablo de tu actitud, y del ambiente, y de todo! ¿Cómo puedes estar tan calmado? —estallé.
—Vamos a ver, Salomé, yo no soy tu novio, ni tu amante, ni un tipo con el que estás dudando si salir o no. Lo que hicimos ayer, lo hicimos como dos adultos que estuvieron de acuerdo en hacerlo, nada más. Vos necesitabas mi ayuda y yo te la di. No es necesario ni que estés avergonzada, ni que volvamos al mal rollo de antes, ni nada por el estilo —contestó con toda la normalidad del mundo.
—No... Si yo no digo eso, pero es que... el único hombre con el que había estad