11:00 hs. — PERSPECTIVA: Salomé.
—¿Estoy guapa? —le pregunté a Zami cuando la vi, tratando de mostrarle la mejor de mis sonrisas.
—¡¿Qué haces aquí?! ¡Te iba a llevar la comida a la habitación! Y guapa no, ¡estás hermosa!
Zami dejó lo que estaba haciendo y me abrazó con tanta fuerza que creí que me iba a partir al medio. Y si no me puse a llorar seguramente fue porque ya no me quedaban lágrimas para derramar después de lo de antes.
—Venga, siéntate —dijo entonces, ofreciéndome uno de los taburetes de la mesa que hacía de separación entre el salón y la cocina—. Enseguida está la pizza.
Zami llevaba toda la mañana yendo de un lado a otro sin parar. Había ordenado mi habitación en cuestión de minutos y mientras me vestía, la cocina había quedado reluciente. Entre todo eso, la comida y el baño que me había dado, mi hermanita consiguió que volviera a sentirme persona otra vez. Y eso es lo que más me chocaba de todo...
—Te he puesto la de cuatro quesos, pero también está la de barbacoa por