10:15 hs. — PERSPECTIVA: Damián.
—¡Teresa! —grité nada más colgar.
No me respondió, pero podía oír cómo se descojonaba de la risa con sus amigas en la habitación de Cecilia.
Me daba igual, sinceramente. El daño ya estaba hecho y Cristian ya estaba de camino. Y a pesar de que no sabía por qué, iba a ser ella misma la que tuviera que darle explicaciones a mi amigo por la bAlejata de antes. Ya tenía demasiados problemas en mi vida como para asignarme los de otras personas que ni me iban ni me venían.
Cogí el cargador del móvil y lo enchufé en la pared junto al sofá para estar más cómodo. Y, después de casi dos días, me enfrenté por fin al dichoso aparatito.
"Tienes 82 llamadas perdidas y 115 mensajes sin leer".
Primero desplegué el listado de llamadas y me encontré, más o menos, con lo que me esperaba encontrar: ocho seguidas de Cristian, un par de Román, bastantes más de la empresa, alguna de Zamira y...
—"Salomé".
Me estremecí al leer su nombre. No quería hacerlo, no quería darle una i