Esa boquita...

Una hora después, el susodicho apareció por el pasillo.

—Buenos días, gente —dijo, coqueto, abrazándome y dándome un piquito.

—Buenos días —respondí, sin más.

—¡Hola! —saludó Fer desde la distancia.

Inmediatamente, Damián me soltó y se quedó de pie en el centro del salón mirando muy serio para todos lados. En un momento determinado, su mirada se posó en Fer y se quedó mirándolo fijamente. Luego me miró a mí. Todavía no estaba acostumbrada a que estuviéramos los tres juntos en una habitación, era una situación bastante complicada para mí. El corazón me latía a mil por hora.

—En fin... —pronunció entonces, con un deje de disgusto en su semblante.

—¿En fin qué? —reí nerviosa.

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