09:20 hs. - Salomé.
—¡Arriba! ¡Arriba!
—Dios... ¿Qué hora es?
—Las nueve. ¿No querías que me levantara temprano hoy? Pues aquí estamos. ¡Arriba!
—Pff... Eres mala, ¿eh?
Damián tenía razón, no podía apalancarme en ese ritmo de vida. De una forma u otra me iba a terminar por hundir esa monotonía. Por eso me desperté, me di un buen baño y me predispuse a pasar la mañana haciendo muchas cosas que tenía pendientes del fin de semana.
—¿No te vas a levantar? Bueno, como quieras. Voy a ponerme a limpiar un poco, que tengo la casa hecha un desastre. Ya cuando te despiertes me avisas.
—Una horita más, por favor... —dijo él, sin abrir los ojos. Yo me quedé mirándolo con una semisonrisa de incredulidad en la cara. Él, que tanto me había regañado la noche anterior, ahora no quería levantarse.
Me senté en mi lado de la cama y le pasé la mano por debajo de su flequillo despeinado. Me provocaba ternura verlo así... y me salía acariciarlo por pura inercia. Sentía la necesidad de darle un poco de ese c