Perversa Tentación: Libro 2
Perversa Tentación: Libro 2
Por: Dalex Hache
Episodio 1

La luz dorada del amanecer se filtraba a través de las cortinas translúcidas de la habitación de Jin, tiñendo las paredes de tonos cálidos. Afuera, los pájaros comenzaban a cantar, como si anunciaran el inicio de algo nuevo. Dentro, el silencio era suave, interrumpido solo por el murmullo lejano del viento y la respiración acompasada de dos cuerpos que compartían la misma cama.

Matteo fue el primero en abrir los ojos. Parpadeó lentamente, incómodo por los rayos de sol que le acariciaban la cara. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba, pero cuando giró el rostro y lo vio a su lado, toda la realidad volvió a él como una ola cálida y tranquila.

Jin dormía profundamente. Su cabello negro caía desordenado sobre la frente, y su expresión era tan serena que parecía irreal. Su pecho subía y bajaba con lentitud bajo la sábana que apenas lo cubría, y había algo en su respiración, en la calma de su postura, que le provocó a Matteo una ternura inmediata.

Una sonrisa se le escapó sin que pudiera evitarlo. Cerró los ojos por un segundo, reviviendo la noche anterior. La forma en que se había presentado en su casa sin pensarlo demasiado. El beso. Su confesión. La manera en que las manos de Jin lo habían sostenido, como si entendiera todo sin necesidad de explicaciones. Y ahora, ahí estaban, despertando en la misma cama… como si nada y todo hubiera cambiado.

—Buenos días —dijo de pronto una voz ronca y adormecida.

Matteo se sobresaltó un poco y abrió los ojos nuevamente. Jin lo observaba, medio sonriente, con el cabello alborotado y los ojos aún hinchados por el sueño.

—¿Dormiste bien? —preguntó Jin, estirándose ligeramente sin dejar de mirarlo.

Matteo soltó una risa baja y giró del todo para quedar de lado, apoyando la cabeza en la almohada mientras lo observaba de cerca.

—Tu cama es mucho más cómoda que la mía. —Su tono fue juguetón, casi bobo, y sus ojos no podían ocultar el brillo de la emoción.

Jin esbozó una sonrisa perezosa. Su mano izquierda emergió de debajo de la sábana y se deslizó con naturalidad por el rostro de Matteo, acariciando su mejilla con suavidad, como si aún no estuviera seguro de que aquello no era un sueño.

—Me imagino que esperabas más de anoche… —murmuró, con un tono que mezclaba picardía y sinceridad.

Matteo se rió de inmediato, dejando ver sus dientes.

—Un poco… —confesó, encogiéndose de hombros—. Pero estuvimos besándonos toda la noche, así que no me quejo.

Jin lo miró fijamente, luego bajó la vista a sus propios labios y suspiró con una mezcla de diversión y deseo contenido.

—Eres peligroso, Matteo Moretti.

—Y tú me sigues dejando entrar.

—Porque no puedo evitarlo.

Se quedaron así, mirándose en silencio por unos segundos. El ambiente era tranquilo, íntimo. No había máscaras ni apellidos. Solo dos chicos que, por fin, estaban permitiéndose sentir.

—¿Sabes? —dijo Matteo, más serio ahora—. Aún no entiendo cómo es posible que esté aquí. Que no me hayas echado, que me hayas dejado quedarme contigo…

—Porque lo sentí. —Jin interrumpió sin necesidad de pensarlo mucho—. Sentí que era el momento. Que no debía dejarte ir.

Matteo se quedó en silencio, mordiéndose el labio inferior.

—Mi padre va a volverse loco cuando se entere…

—¿Y tú? ¿Te importa tanto lo que piense?

—Sí —dijo sin rodeos—. Pero me importas más tú.

Jin lo miró con un gesto que se deshacía entre ternura y orgullo. Se incorporó un poco en la cama, apoyándose en el codo, mientras dejaba que su otra mano se deslizara hasta el pecho de Matteo, justo encima del pulóver blanco arrugado que aún llevaba puesto.

—No quiero que te arrepientas —murmuró—. No quiero que mañana me mires con culpa.

—¿Culpa? —repitió Matteo, frunciendo el ceño—. Jin, si me arrepiento de algo, es de no haberte besado antes.

La confesión fue tan directa, tan limpia, que por un momento Jin no supo cómo responder. Se quedó en silencio, bajó la mirada, y luego, sin pedir permiso, se inclinó y rozó los labios de Matteo con los suyos en un beso suave, apenas un roce. Un recordatorio de que lo que estaban viviendo era real.

—Te juro que si esto se complica —dijo Jin contra sus labios—, voy a luchar. Por ti. Por nosotros.

—Y yo —susurró Matteo, tocando su rostro—. Esta vez no pienso dejar que el apellido Moretti decida por mí.

El sol continuaba su ascenso, llenando la habitación de luz cálida. Afuera, la casa seguía en silencio, como si el universo les estuviera regalando ese instante solo para ellos.

Pero no todo era calma.

En el exterior, al otro lado de la verja que rodeaba la mansión Carbone, un coche negro se detenía lentamente. En el interior, un hombre de traje oscuro observaba la fachada sin parpadear. Tenía el rostro duro, los labios apretados y los ojos cargados de un juicio silencioso. Era Carlo Moretti, el tío de Matteo, hermano mayor de Alessandro.

Uno de lo guardias de lo Carbone, que había estado trabajando para él a escondidas, se las ingenió para acercarse al coche negro sin ser visto.

— Se quedó toda la noche —murmuró con voz baja.

Una pausa.

— Vigilalos.

—Sí, señor Moretti.

Ordenó, sin encender el coche aún, siguió observando el portón con la misma paciencia de un depredador. La guerra apenas comenzaba.

Pero adentro, en la habitación bañada por el sol, Jin y Matteo seguían abrazados, ignorantes del peligro que ya se cernía sobre ellos.

Ignorantes… de que ese amor que por fin se habían atrevido a nombrar, estaba a punto de ser puesto a prueba.

Nota Autora: Lamento dejar el primer libro con ese cierre. Pero Este es el segundo y no dejaré cabos sueltos. Si lees por primera vez, te recomiendo leer todos los libros ya que es una saga y podría confundir

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