Los hombres de Damiano me ayudan a bajar las maletas junto con el resto de cosas, el viaje había sido algo agotador para mí, culpaba las pocas horas de sueño que tenía al día.
—Bienvenida a mi casa Hazel —dice Damiano mientras nos abrimos paso a través de un enorme camino de arbustos frondosos.
Una casa modesta de colores dorados y blancos se levanta al final del camino, a su lado la más bella fuente de agua natural que haya visto en mi vida. Hay un jardín rodeado de plantas de las que apenas han comenzado a brotar lo que parecen ser pequeños capullos de rosas.
—Tu jardín es muy hermoso —le respondo a medida que nos acercamos a la enorme casa.
—He querido complacer a Odette en lo que me ha pedido, pero tal parece que no importa lo que haga por ella, nunca será suficiente —suspira—. En fin, sigue adelante —abre la enorme puerta de madera—. Le he mencionado a las empleadas que preparen una habitación para ti.
—Gracias Damiano —sonrío—. Estoy segura que las cosas entre ustedes se van a a