VIOLA
El coche avanzaba lentamente por las calles del complejo residencial Kael. Las luces de la calle reflejaban sombras en movimiento en la ventana, y cada vez que la luz incidía en mi rostro, Lucas se giraba un momento para asegurarse de que no volvía a temblar.
—¿Quieres pasar primero por la tienda? ¿Quizás comprar algo caliente para beber? —preguntó.
Negué con la cabeza. «No... solo quiero irme a casa».
Lucas asintió sin preguntar más. A diferencia del Kael de antes, que siempre quería validarlo todo, Lucas optó por acompañarme. Su silencio no era una presión. Su silencio era un espacio para respirar.
Cuando el coche se detuvo frente a mi residencia temporal, la fatiga me invadió de repente como una gran ola. Casi había olvidado lo que era el agotamiento emocional hasta el punto de sentir que mis rodillas no me respondían.
Lucas se bajó rápidamente y rodeó el coche para abrirme la puerta.
«Despacio», me dijo, poniendo su mano en mi brazo.
Resbalé un poco al bajar y Lucas, por ref