Gracia
Durante toda la noche di vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño bajo ese nuevo techo.
Cuando cerraba los ojos, las pesadillas invadían mi descanso; Esteban me perseguía en todos esos sueños. Yo hacía todo lo posible por escapar, pero sin importar hacia dónde me dirigiera, ahí estaba él, tan cerca que casi podía sentir sus brazos rodeándome para encerrarme de nuevo.
Cuando me atrapaba, me empujaba, luego el auto me golpeaba y la sangre se esparcía por el pavimento.
Desperté con un grito ahogado y mi pecho agitándose violentamente. Mis ojos desorbitados y llenos de pánico recorrieron la habitación hasta posarse en la mujer que estaba parada en el umbral de la puerta.
Al instante, jadeé y aparté el cabello empapado en sudor de mi frente.
—Carmen. ¿Te desperté?
Tenía una expresión extraña en el rostro, así que tragué saliva, entrelazando mis dedos temblorosos para detener el pánico.
—Vine a llamarte para el desayuno. —Susurró, una sonrisa forzada bailaba en sus labios.
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