Gracia
—¿Tu casa? ¿Qué quieres decir con tu casa, señor Rivera? —Se me secó la boca.
—Mi casa significa mi casa. El lugar donde vivo. —Respondió con los ojos cerrados.
Se me desencajó la mandíbula. ¿Hablaba en serio? ¿O estaba siendo sarcástico?
Por unos momentos lo miré fijamente, completamente confundida y aturdida.
—No entiendo. —Susurré, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Estarás más segura en mi casa que en cualquier otro lugar del mundo. Esteban no podrá ir por ti allá, como lo hizo cuando irrumpió en el penthouse. —Afirmó como si fuera un hecho.
Se me formó un nudo en la garganta. El recuerdo de encontrar a Esteban en la habitación volvió a cruzar por mi mente. Fue terrible saber que no podía luchar contra él y que me secuestró tan fácilmente.
Cerrando la boca, me alejé de Tristán y apoyé la frente contra la ventana fría. Los dedos se me tensaron al encontrarme nuevamente en una encrucijada.
¿Cómo podía confiar en un extraño?
¿Y si me hacía algo ahora que sabía que nadie iría