Gracia
Como era de esperarse, la puerta se abrió nuevamente después de una hora. Casi se salió de sus bisagras por la fuerza del empujón.
—¡Gracia Navarro! —Rugió mamá, entrando a grandes zancadas.
Como un toro enfurecido, se dirigió directamente hacia mí y me agarró del cabello. Me levanté con calma y dejé que me arrastrara hacia adelante.
—¿Qué quieres de nosotros? ¿De tu hermana? ¡¿Por qué no nos dejas respirar tranquilos?! —Me gritó en la cara, con los ojos echando chispas.
—¿Qué hice esta vez, mamá? —Susurré con voz serena.
—¿¡Tú!? —Su rostro se puso rojo. —¿¡Me preguntas qué hiciste mal!?
—Cariño, déjala —papá se apresuró a entrar y la tomó de los hombros. —No te estreses por una aberración como ella. Tu salud vale más que esa mujer.
—Suéltame, Santiago. ¡Hoy voy a matar a esta niña! —Mamá se zafó bruscamente y me agarró el cabello con más fuerza.
—Mamá, me estás lastimando. —Hice una mueca de dolor.
—¿Vienes aquí a quitarle el hombre a tu hermana otra vez? ¿Cómo puedes ser mi hi