Esteban
¿Y si...?
¿Y si el niño fuese mío?
Mi cuerpo se tensó. Me quedé de pie frente al ventanal que ocupaba toda la pared de mi oficina, observando con dureza al jardinero que cuidaba las flores.
Esas flores, las rosas rojas, eran las favoritas de Gracia. Detestaba la fragancia de las rosas, pero por mi esposa, no me importó llenar mi jardín con ellas.
Sin embargo, me engañó, me traicionó y me mintió.
Pero ¿y si...?
¿El niño era mío?
Se me cerró la garganta y la mirada fría de Gracia apareció ante mis ojos. En esos días, parecía un zorro salvaje en lugar del gatito tierno de antes.
¿Cómo se atrevía a actuar así después de lo que me hizo?
No tenía vergüenza, ni el menor sentimiento de arrepentimiento por sus acciones.
Entonces, ¿cómo podía creer por un momento que las lágrimas que derramaba y la forma en que decía que el bebé en su vientre era mío no eran mentiras también?
El ama de llaves sí reportó que tomaba pastillas todas las mañanas religiosamente, pero no entendía por qué caraj