Gracia
El terror me invadió en oleadas. Instintivamente, mi cuerpo se relajó entre sus brazos mientras trataba de entender cómo había logrado entrar.
—Fingiste ser la chica inocente y leal todo este tiempo. Sin embargo, te acostabas con cualquier hombre que se te pusiera enfrente, ¿verdad? —Siseó con esa voz peligrosa.
—Tú... estás allanando una propiedad —tragué saliva y comencé a forcejear de nuevo—. La seguridad subirá en cualquier momento y...
Se rio, interrumpiéndome con burla. —¿Seguridad? ¿Qué seguridad, querida esposa? Ya no están.
La sangre se me heló en las venas al procesar su provocación. Conocía ese tono, esa vena cruel de su comportamiento.
—¿Qué... qué hiciste, Esteban?
—¿Creíste que él podría impedirme llegar hasta ti? —El brazo de Esteban se apretó alrededor de mi cintura.
Gemí cuando el dolor se extendió por mi vientre, las heridas aún estaban frescas y me dolía, pero a él no le importaba.
—¡¿Y por qué tenías que llegar hasta mí?! ¿No has tomado suficiente? ¿Tienes qu