Gracia
Un silencio pesado se instaló entre nosotros. Me observó con el ceño fruncido mientras yo le devolvía la mirada, con la mente en blanco.
Lentamente, la rabia se reflejó en sus ojos, helada y asesina.
—Ese niño no era mío. —Gruñó.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿Acaso eres estéril? —Repliqué.
Apretó los labios hasta formar una línea delgada.
De repente, sentí un líquido tibio corriendo por mis muslos. Bajé la mirada hacia mis piernas con los ojos muy abiertos y encontré sangre en ellas.
Esteban siguió mi línea de visión y su ceño se profundizó aún más.
Con una sensación de vergüenza y melancolía apoderándose de mí, me tambaleé hacia adelante para correr al baño.
—Sal del ático, Esteban. No trates de complicar las cosas porque necesitas el divorcio para casarte con el amor de tu vida y te lo daré. A cambio, devuélveme las acciones de mi abuela que te regalé. Es justo que nos devolvamos todo lo que nos quitamos el uno al otro.
Su mano se disparó hacia adelante, agarrando mi muñeca