Capítulo 44.
—¿Madrina Lea?
Al escuchar aquel diminutivo y el eco de una voz tan familiar, su corazón se comprimió dolorosamente. Levantó la mirada con cautela, como temiendo que todo fuese un espejismo. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Armando, su cuerpo entero se estremeció.
Se puso de pie de inmediato, y su mirada, antes apagada, se llenó de regocijo y cariño.
—Armando… —susurró con la voz entrecortada, extendiendo los brazos con desesperación contenida.
Armando no lo pensó dos veces. Con lágrimas surcando su rostro, avanzó hacia ella con pasos apresurados y la estrechó con fuerza. Ambos se aferraron el uno al otro, sin poder contener el llanto.
—¡No puedo creerlo! Hijo, qué alegría inmensa verte… —susurró Leana, temblando por la emoción.
—Madrina, la hemos extrañado tanto… —murmuró Armando con la voz cargada de sentimiento.
Leana se apartó apenas un poco, mirándolo con dulzura, pero al procesar sus palabras, su expresión se ensombreció.
—¿Hemos…? —repitió en un murmullo.
La trist