Capítulo 41.

La fría noche es una premonición del desastre que estar por ocurrir. Renata siente la garganta seca mientras camina hacía la motocicleta que ya la espera. Sus latidos retumban por todo su cuerpo. Se cierra hasta el tope su chamarra y se abraza así misma. El hombre que está a un lado de la moto esperándola tiene el casco puesto imposibilitando verle el rostro.

—Debo de revisarla antes. —Anuncia y sin esperar el permiso de Renata comienza a revisarla. Al comprobar que no trae nada que pueda ser peligroso sube a la moto. —Suba. —Le ordena. Renata obedece.

Avanzan unos cinco kilómetros y luego se detienen a lo que parece ser un pequeño parque público. La visibilidad es poca ya que las luces de los faroles son tenues. Como es de esperarse no hay absolutamente nadie. Son casi las tres de la mañana. El Hombre se detiene en medio del parque.

—Bájese. —Ordena.

Renata baja y el hombre arranca nuevamente, dejándola sola. Nerviosa como nunca mira hacia todos lados, pero el silencio es perturbador
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