Capítulo 45.
Al entrar a su recámara, no pudo contenerse más. Lloró y gritó en silencio, para que nadie pudiera oír su dolor. Tantos años perdidos… Todo estaba en su sitio, como si solamente se hubieran ido de vacaciones. Su pecho dolía y su corazón sangraba como nunca antes. Los recuerdos comenzaron a pasar uno a uno. Arturo, su gran amor… cuánto lo extrañaba.
Caminó hacia su armario. Ahí estaba toda su ropa. La de él y la suya. ¿Cómo podía cambiar tanto la vida en un segundo? Más bien, ¿cómo podía alguien arruinar una familia tan hermosa?
Sacó uno de los abrigos de su esposo. La mancha de vino seguía ahí. Aún recordaba cuando lo llevaba la noche anterior a la tragedia. Se habían tomado una botella de vino en el balcón, mirando las estrellas.
—¿Sabes, amor? —Leana observó a su esposo, prestándole toda su atención. —Todas las tardes, al terminar de trabajar, me encuentro loco por volver a casa. Por verte, por ver a los niños —confesó feliz.
—¿Así debería ser un hogar? —preguntó ella con ternura.
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