Lara
Aspiro el olor de la noche y dejo que el frío de la brisa me acaricie la piel.
Se siente bien estar sobre el suelo, rodeada de árboles y de animalitos nocturnos.
—¿Lista? —me pregunta Arion, quien ha tomado una distancia significativa.
Solo estamos él y yo aquí, sin máscaras ni disfraces, ocultos en la naturaleza y con la luz de la luna siendo nuestra guía.
La idea inicial era detenernos a entrenar en la tarde, pero Arion se retractó porque era arriesgado a la luz del día. Por lo tanto, nos hospedamos en la manada Fuente de Luz, una que es pequeña y sencilla, y que no pertenece a ningún reino.
Allí cenamos y descansamos.
Ahora estoy aquí, junto a este fae fastidioso, intentando recrear una habilidad que ni siquiera supe en qué momento hice.
Pero él asegura que sí.
¡Qué molestia! Debería estar durmiendo ahora.
—¿Qué esperas? —me apresura con impaciencia, y yo ruedo los ojos.
—Ya no sé qué hacer —digo frustrada, mientras me cruzo de brazos—. ¿Estás seguro de que esa habilidad exist