Killiam
Me remuevo en la cama, jadeo y aprieto las sábanas con mis puños, impotente, débil, como una maldita basura que no vale nada.
En eso me ha convertido este puto veneno.
El dolor es insoportable.
Mi cuerpo tiembla y suda hielo, o eso siento, pues el frío me tiene titiritando.
—¡Maldición! —gruño mientras trato de soportarlo.
Para colmo, otra vez la marca me arde.
Me pasó esta tarde y vuelve a dolerme ahora.
Eso solo puede significar...
«Nuestra mate. Debes ir por ella antes de que el intruso nos la quite», me advierte mi lobo.
No sé si está tan loco como yo, pero el simple hecho de imaginar a Lara en brazos de otro me provoca náuseas y ganas de arrancarle la cabeza a quien sea que se atreva a tocarla.
Soy un maldito egoísta.
Ella merece ser feliz con otro lobo que la ame y proteja, alguien diferente a mí...
¡Diablos! ¿De verdad Lara se atrevería a dejarse tocar por otro?
Quiero matar a alguien...
Varios pinchazos en mi carne me recuerdan el sufrimiento del maldito veneno, y ent