Killiam
Miro la luna, que está llena y resplandeciente. No puedo evitar recordar a Kara, pues su cabello plateado siempre me recordó al satélite, y su mirada gris era como el brillo que alumbra este cielo negro.
Ella siempre fue tan única y hermosa...
Suelto un largo suspiro.
—Alfa, ¿todo bien? —me saluda Kim, mi beta. Su mirada parda me observa con angustia reprimida y, por primera vez después de todo este lío, siento que alguien se preocupa de verdad por mí.
Eso me conmueve y me hace verme, no solo como el alfa que ha caído bajo, sino como una persona que siente y padece.
—Sabes que no, Kim. Yo... —vuelvo a suspirar—. Me siento muy perdido. Ya no sé qué creer. Todo es tan confuso.
—Lo entiendo... —dice él, pero yo niego en desacuerdo.
—¿Lo entiendes? No lo creo. —Me aprieto las hebras que se escapan de mi coleta chueca—. Cada vez que iba de viaje, me paraba en las tiendas a comprar regalos para Lara y Lael. Mi premio era ver sus caras de felicidad.
» Me sentía el hombre más afortuna