El archivo era tan grande que tardó tres minutos exactos en abrir.
El silencio en la sala era casi sagrado. Solo se oía el zumbido de los ventiladores del computador.
—¿Sabes lo que estás a punto de hacer? —preguntó Eva, con voz baja.
Valentina no apartó los ojos de la pantalla.
—Sí. Y no pienso detenerme.
Sebastián se cruzó de brazos, mientras Tomás se apoyaba en la pared, tenso.
—Empezamos con los dos más débiles —dijo Eva—. Los que nadie defenderá cuando el escándalo estalle. Pero que tienen hilos conectados a todos los demás.
Valentina asintió.
—Perfecto. El primer nombre es **Luis Darío Barragán**, exdirector de la Agencia de Fronteras. El que firmó los permisos falsos para los cargamentos de Isabel.
—¿Es el que aparece en el video con la niña? —preguntó Tomás con el ceño fruncido.
—Sí —confirmó Eva con una frialdad aterradora—. Y esa sola imagen vale más que cien discursos.
Valentina cargó los archivos al sistema. Fotogramas, documentos, extractos de correos cifrados.
Luego acti