"La verdad, cuando se anuncia, no necesita gritar. Solo afilarse."
Bogotá estaba en vilo.
No había sido anunciado en ningún canal oficial, pero todos sabían que algo grande se venía.
La imagen filtrada de Valentina Duarte junto a cinco senadores rebeldes se había convertido en la portada de todos los noticieros internacionales.
Y las calles, otra vez, se habían convertido en un eco ensordecedor de expectativa.
Esa noche, nadie durmió.
En un estudio secreto, acondicionado con equipos de transmisión de última generación, Valentina ajustaba los últimos detalles de lo que sería el mensaje más importante de su vida.
—No voy a leer un discurso —dijo, mientras le probaban el micrófono—. No voy a fingir que soy otra. Voy a hablar como hablo siempre. Con verdad. Con rabia. Y con memoria.
Sebastián, sentado frente a ella, tenía las manos juntas y la mirada fija.
—Te van a intentar cortar la señal —advirtió Tomás, desde la consola de transmisión—. Vamos a emitir desde cinco puntos distintos. Si